Apenas su padre se
había sentado al llegar a casa, dispuesto a escucharle como todos los días lo
que su hija le contaba de sus actividades en el colegio, cuando ésta en voz
algo baja, como con miedo, le dijo:
- ¿papá?
- Sí hija, cuéntame
- Oye quiero.. .que me
digas la verdad
- Claro hija. Siempre
te la digo.- Respondió el padre un poco sorprendido
- Es que..- titubeó
Cristina
- Dime hija, dime.-
- Papá ¿existen los
Reyes Magos?.
- El padre de Cristina
se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella
pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le
miraba igualmente.
- Las niñas dicen que
son los padres. ¿Es verdad?.
- La nueva pregunta de
Cristina le obligó a volver la mirada hacia la niña y tragando saliva le dijo:
- ¿Y tú qué crees,
hija?
- Yo no sé, papá, que
sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tu no me engañas,
pero como las niñas dicen eso.
- Mira hija
efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...
- ¿Entonces es
verdad?- , cortó la niña con los ojos humedecidos.- ¡Me engañaron!
- No, mira, nunca te
hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen, - respondió el padre
cogiendo con sus dos manos la cara de Cristina
- Entonces no lo
entiendo papá.-
- Siéntate, cariño, y
escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que
puedas comprenderla.- dijo el padre mientras señalaba con la mano el asiento a
su lado.
Cristina se sentó
entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y
su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia
de los Reyes Magos:
Cuando el Niño Dios
nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se
acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y
respeto y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano
de los Reyes, Melchor, dijo:
- ¡Es maravilloso ver
tan feliz a un niño!. Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y
ver lo felices que serían.-
- ¡Oh, sí!.- exclamó
Gaspar.- Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer.
No seremos capaces de
poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
- Baltasar, el tercero
de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría
comentó:
- Es verdad que sería
fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y
nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a
todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se
pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo.
El Niño Jesús que
desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento sonrió y la voz de Dios se
escuchó en el Portal:
- Son muy buenos,
queridos Reyes, y les agradezco sus regalos. Voy a ayudarlos a realizar su
hermoso deseo. ¿Qué necesitan para poder llevar regalos a todos los niños?
- ¡Oh, Señor!- dijeron
los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de
pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa
nuestros regalos, pero... no podemos tener tantos pajes... no existen tantos.-
- No se preocupen por
eso - dijo Dios - yo les voy a dar, no uno sino dos pajes para cada niño que
hay en el mundo.-
- ¡Sería fantástico!
¿pero cómo es posible? - dijeron a la vez los tres Reyes con cara de sorpresa y
admiración.
-¿No es verdad que los
pajes que les gustaría tener deben de querer mucho a los niños ?- preguntó
Dios.
- Sí claro, eso es
fundamental - asintieron los tres Reyes.
- Y, ¿verdad que esos
pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?-
- Sí, sí. Eso es lo
que exigiríamos a un paje - respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
- Pues decidme,
queridos Reyes, ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que
sus propios padres?
- Los tres Reyes se
miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando cuando
la voz de nuevo se volvió a oír:
- Puesto que así lo
habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes de Oriente todos los
niños del mundo reciban algunos regalos, YO, ordeno que en esta fecha,
conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en sus pajes, y que
en su nombre, y de su parte regalen a sus hijos los regalos que deseen.
También ordeno que,
mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la
hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente
mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de
entonces, en esta fecha, los niños harán también regalos a sus padres en prueba
de cariño. Y, alrededor de Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos
todos son más felices.
- Cuando el padre de
Cristina hubo terminado de contar esta historia, la niña se levantó y dando un
beso a sus padres dijo:
- Ahora sí que lo
entiendo todo papá. Y estoy muy contenta de saber que me quieren y que no me
han engañado.
- Y corriendo se
dirigió a su cuarto regresando con su alcancía en la mano mientras decía:
- No sé si tendré
bastante para comprarles algún regalo, pero para el año que viene ya guardaré
más dinero.
- Y todos se abrazaron mientras, desde el
Cielo, tres Reyes Magos contemplaban la escena tremendamente satisfechos.
Con Cariño Y Simpatia
"Amapola Irene Calderon Negrete"
"Amapola Irene Calderon Negrete"
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